martes, 11 de noviembre de 2008

CARACTERES DE LOS ANIMALES

por A.Quintana

De lo expuesto anteriormente se desprende que es difícil o imposible señalar algunas características o rasgos que definan de un modo claro o indudable a los animales. Existen entre ellos tal riqueza de formas y modalidades funcionales que se explica esta imposibilidad; apenas puede hacerse otra cosa que dar algunas características que abarquen a los más conocidos.

En términos generales, se puede decir que tienen formas definidas, concretas, que responden a determinadas normas morfológicas y de simetría orgánica. Las formas ramificadas o indefinidas son propias de los animales fijos, como las esponjas, o de aquellos que unen a la condición de fijeza o sesilidad la de ser coloniales, como sucede a los pólipos y briozoarios, en los que a pesar de ello los individuos elementales que forman la colonia ofrecen una regularidad.

Los movimientos de los animales son, en general, rápidos y perfectamente perceptibles, como corresponde a seres que reaccionan con rapidez a los estímulos exteriores, poseen adecuados órganos de la locomoción y obedecen a las excitaciones nerviosas internas.

La nutrición es en ellos intensa en grado sumo. Para atender a ésta, los animales deben alimentarse sobre todo de sustancias que contengan compuestos orgánicos. Mientras los vegetales fabrican sus alimentos a base de sustancias minerales, los animales se los proporcionan directamente de presas vivas (animales depredadores), que pueden ser otros animales o plantas, según se trate de carnívoros o herbívoros; otros viven sobre ellos (animales parásitos), y otros de detritos o de materias en descomposición (saprozoicos y detritófagos).

Los animales carecen de la capacidad de sintetizar sus alimentos, que tienen las plantas. Por otra parte, la gran actividad que despliegan a causa de sus rápidos y activos movimientos requiere en ellos un intenso derroche de energía por lo que estos seres se comportar como activísimos desintegradores de la materia viviente de sus propios cuerpos con la consiguiente liberación de elevados caudales energéticos que exigen por consiguiente, un intenso proceso nutritivo compensador. Este es uno de los rasgos más típicos de los animales, aunque no exclusivo de ellos, y desde luego, el que mejor define a los de más compleja y elevada organización.


Las cubiertas de celulosa no existen o son muy raras en los animales. Son escasas las células provistas de recias membranas de secreción y, cuando existen, no son de naturaleza celulósica.

En los tunicados, sin embargo, la túnica o cubierta está constituida por una sustancia llamada tunicina, que ofrece una cierta analogía con la celulosa.

Las reacciones a los estímulos exteriores son muy enérgicas y rápidas en los animales que son más sencillos, gracias a la intensa irritabilidad de su materia viva, mientras que en los de organización más elevada existen órganos sensoriales receptores y un sistema nervioso de gran complejidad. Esto los faculta para acomodar sus actividades a las circunstancias del ambiente y, en cierto modo, adaptar muchas de sus funciones a las condiciones del medio, poniendo en juego para ello, muchas veces, sus mecanismos autorreguladores.

Por esta razón, se han denominado, a las funciones realizadas por los órganos nerviosos y sensoriales, y a las que están directamente bajo su dominio, funciones de la vida animal, entre las que se comprenden la sensibilidad, el movimiento o motilidad y los actos volitivos. En contraposición, se llaman funciones vegetativas a las que corresponden a los órganos de nutrición y reproducción.

Analizando este problema de un modo detenido se llega a la conclusión de que en los animales no existe más que una exaltación de las funciones de relación, que también aparecen, aunque atenuadas, en los vegetales, al extremo de que incluso hay en ellos órganos receptores de ciertos estímulos y agentes exteriores, pero mucho más sencillos y elementales que en aquéllos
.

No hay comentarios: