martes, 11 de noviembre de 2008

LOS SERES VIVOS

por A.Quintana

El interés por los animales es probablemente tan antiguo como el hombre mismo. En un principio tuvo fines de carácter exclusivamente práctico: caza, pesca, crianza y domesticación. Luego el deseo cada vez mayor de conocer afinó las observaciones, si bien la simple curiosidad ocupó durante largo tiempo el lugar del auténtico interés científico.

Pero a medida que la humanidad iba avanzando, constituyéndose en asociaciones cada vez más organizadas y civilizadas, hasta alcanzar conciencia científica, el estudio y la observación de los animales se fue haciendo cada vez más agudo y penetrante. Ya los egipcios tuvieron nociones zoológicas suficientemente precisas, pero hay que esperar todavía al periodo glorioso que vio la afirmación de la ciencia griega para que la zoología llegue a constituirse en disciplina autónoma y coherente, digna de figurar junto a las demás que se hallaban ya en fase de notable desarrollo.


La riqueza del mundo animal es extraordinaria. En el bosque, el mar, la montaña, la pradera o los lagos viven animales de curiosas y extrañas formas o de costumbres notables. Los domésticos o cautivos, como el caballo, el perro, la vaca, la gallina o el canario, son relativamente pocos; casi todos pertenecen al grupo de los vertebrados y, por tanto, poseen huesos y columna vertebral. Los insectos, las arañas, los ciempiés, los caracoles, las medusas, las lombrices de tierra, los pólipos y las esponjas son animales muy diferentes.

Aunque todos son muy distintos unos de otros, tienen un carácter común: están formados por millones de células, al igual que un edificio está construido por un número considerable de sillares o ladrillos. Algunos sumamente pequeños se hallan formados por una sola célula, como la amiba, los tripanosomas, los gérmenes del paludismo y muchos otros, llamados animales unicelulares.

Pero, ¿qué es un animal? Es un organismo viviente integrado por pequeñas porciones materiales de dimensiones definidas, visibles al microscopio y compuestas de sustancias orgánicas que en su mayor parte sólo se pueden formar en los organismos vivientes; estas partes se han denominado elementos anatómicos.

En su forma más sencilla, el organismo animal consiste en una sustancia amorfa de naturaleza albuminosa conocida como protoplasma que forma una especie de gelatina homogénea, en la cual se hallan diseminadas granulaciones muy finas. Hay animales cuyo cuerpo está formado únicamente por esta sustancia; tal sucede, por ejemplo, con las amibas. En un grado de vida más desarrollado, el protoplasma se transforma en elementos anatómicos distintos que llevan el nombre de células, fibras, etc., y estos elementos forman, al asociarse, tejidos y órganos o instrumentos vitales cuyo conjunto constituye al animal.

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